domingo, 13 de febrero de 2011

Las estrellas nunca mueren

Eusebio Poncela y Humberto Tortonese protagonizan la obra cuyo nombre da título a esta nota y que, secreto a voces, está basada en la famosa película del año 1962 ¿Qué pasó con Baby Jane? Las similitudes entre las hermanas del Río y las Jane son bastantes salvo por un pequeño detalle: tanto Flor como Elvira del Río se corporizan en escena gracias a la actuación de dos hombres. Ambas están en franca decadencia y conviven encerradas en una oscura y decrépita casa que se diferencia bastante de la mansión en la que Bette Davis y Joan Crawford actuaron su  similar pesadilla hace casi 50 años. Elvira del Río, histriónicamente interpretada por Tortonese, habiendo conocido la fama como niña prodigio hasta que  su carrera terminó a los 12 años, empezó a vivir a la sombra de su hermana, para terminar en la actualidad borracha y enloquecida. Flor, magníficamente encarnada por Poncela, luego de triunfar en España, convertirse en una de las actrices de mayor éxito también en América y sufrir un misterioso accidente que la deja inválida, vive el hoy nostálgicamente aferrada a su pasado y padeciendo las torturas de su hermana.  




La presencia escénica de Poncela es tal que, a pesar de estar inmovilizado de la cintura para abajo, se vale de una y mil sutilezas para trasmitir toda su soledad y su tormento con un gesto, una mirada o, simplemente, con el silencio. En su Flor es imposible encontrar rastros de Joan Crawford o de su esencia masculina; su femineidad es tal que, extrañamente, trae a la memoria a otra mujer que padece su irreparable decadencia: la sufriente Lola que interpretó Marisa Paredes en El Coronel no tiene quien le escriba. El esfuerzo de Tortonese es valorable pero su histrionismo lo pierde, para interpretar a un loco no alcanza con poner cara de loco y gritar, quedando a solo un paso de la sobreactuación. Es respetable su apuesta y entendible su necesidad de desencasillarse, pero todavía le falta mucho camino por recorrer.
Culpa, locura, dependencia, desamor, odio patológico, idealización del pasado y muerte, parecen ser los ingredientes ideales para recrear esta historia tenebrosa, oscura y, en cierta medida, cotidiana en algunas familias. Pero, Las estrellas nunca mueren, se queda a mitad de camino y peca por falta de contundencia. El agregado de  varias situaciones y frases que incorporan la comicidad, terminan desdibujando peligrosamente el género de la obra, quitándole crueldad. Esperando la ironía y el remate, uno se olvida de lo terrible de la trama y algunas situaciones comienzan a tener un dejo de  incredulidad. Si bien es acertada la incorporación de cuestiones contemporáneas como la crítica a la televisión (“las estrellas nunca mueren, lástima que sea a través de ese aparato de mierda”, se lamenta Flor) y la homosexualidad (en la relación que Flor mantiene con su cuidadora Ramona), la fuerza del relato se pierde en un intento que, si llegara a ser del todo bizarro, ganaría la partida apoyado en la estética kitsch que domina la puesta. El reducido escenario de la sala Neruda cobra amplitud gracias a un ingenioso recurso: la utilización de una enorme pantalla de proyección que funciona como divisor de ambientes y organizador del movimiento escénico; y sobre la cual se proyectan viejos films, la textura del empapelado de las habitaciones, el oleaje de un amplio mar y la sombra de los propios actores, en las breves escenas que escapan a la vista directa del público. Las estrellas nunca mueren pero a veces titilan demasiado.   

Texto: Andrea Castro. 




Sala Pablo Neruda del Paseo La Plaza: Corrientes  1660
Jueves a las 20.45, Viernes a las 21.30, Sábado a las 20 y 22 y Domingo a las 20.

3 comentarios:

  1. Sinceramente la falta de quimica y sincronicidad entre las interpretaciones de Tortonese y Poncela, en mi modesta opinion, hacen naufragar la obra a poco de empezada.

    Tortonese tiene el delirio exacto de la puesta, una lástima que a Poncela nadie le haya avisado que no es un melodrama, que era una parodia.

    http://revoleandobutacas.blogspot.com/2011/02/cae-una-estrella.html

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  2. Totalmente de acuerdo, por eso la obra queda a medio camino y Tortonese colgado de la actuación dramática de Poncela. Por ejemplo en el momento en que tirá sobre el público el contenido de la botella de licor. Muchas veces hasta las risas del público quedan fuera de lugar. No lo pensé en el momento de escribir la crítica pero es verdad que con Urdapilleta la cosa hubiera funcionado de otra manera.

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  3. me parecio una obra fea,poncela y torto me parecen buenos la que no pega en la obra es loren acuña me parece que no debiera estar en eses tipo de obra no es para trabajar con dos grandes. disculpen la sinceridad.

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