“El barracán es el tweed de la argentina” solía decir la gran Mary Tapia, esa diseñadora argentina poco conocida por la gran mayoría de los estudiantes de Diseño de Indumentaria. Nacida en Tucumán, se pasó la vida tratando de generar prendas que tuvieran un aroma nacional más que extranjero: “la moda fue para mí una manifestación ideológica, así hacíamos las cosas en esos años (…) Acá hay una gran desvalorización de lo nuestro y una excesiva valoración de lo extranjero”. El barracán formaba parte de los textiles de la tierra, así llamados por los españoles porque eran tejidos por los indígenas que mezclaban sus técnicas ancestrales heredadas de los Incas, con el uso de los telares europeos traídos por los colonizadores. El origen de este textil es en realidad musulmán, por lo que había llegado a España a través de los árabes que lo tejían desde el siglo XIII con lana de pelo de camello. El barracán musulmán, también denominado barragán o camelote, era impermeable y muy resistente debido a su trama bien ajustada. Cuando llegaron los españoles a nuestro país, encontraron que las comunidades indígenas del noroeste tenían una fuerte tradición textil heredada de sus primeros conquistadores: los Incas. Con la introducción de los telares obsoletos del siglo VIII que trajeron desde España, los encomenderos en los obrajes, y los monjes en las misiones, los pusieron a trabajar no para competir con las “maravillas” que se tejían en España sino para autoabastecerse y generarse ellos mismos un medio de subsistencia. Paralelamente, y en nombre de la evangelización de estos pueblos para ellos incivilizados, les prohibieron todo tipo de manifestación cultural y de lenguaje propio. Los indígenas encontraron, sin embargo, la manera de preservar su cultura y de expresar todo lo que estaban obligados a callar llevando a textiles como el barracán toda la simbología y el lenguaje geométrico que lo transformarían en un nuevo y original medio de comunicación, algo que ya se realizaba en los tradicionales tejidos andinos incaicos.
El barracán es una pieza de tejido pequeña que no sobrepasa los setenta centímetros, el largo de un brazo extendido, que es justamente el potente brazo de los hombres que lo tejían en el telar. Las mujeres eran las encargadas de hilar previamente con el huso, en todo momento y lugar, las fibras de lana de camélido (llama, vicuña, guanaca y alpaca) que luego los harían nacer como piezas textiles. El barracán se tejía, y se teje, sin cortar nunca su urdimbre (hilos colocados en paralelo y a lo largo en el telar para pasar por ellos la trama y formar el tejido), porque, al ser un modo de comunicación, como una especie de texto, se perdería tanto el sentido de la narración, como su valor mágico y ritual. Mary, conociendo en profundidad los secretos del textil, se animó a combinar los patrones de rayas y cuadrados de las diferentes piezas que traía del norte, armando bellísimos rompecabezas que se transformaron en prendas tan únicas e irrepetibles como su materia prima. También, y con muchísimo respeto, se atrevió a cortar esas piezas de barracán en la titánica tarea de darles un nuevo sentido comunicacional: hacernos entender a todos los argentinos que no todo lo que somos y nos define bajó de los barcos.
Texto: Andrea Castro
Fotos: Andrea Castro / Museo Nacional de la Historia del Traje.
Texto: Andrea Castro
Fotos: Andrea Castro / Museo Nacional de la Historia del Traje.
Íntima Mary Tapia.
Hasta el 2 de septiembre.
En el Museo Nacional de la Historia del Traje: Chile 832.
Entrada gratuita.