miércoles, 5 de enero de 2011

Simplemente Marta

Alguien dijo alguna vez que cuando la gente común te empieza a llamar por el nombre de pila, sin necesidad de aclarar con más datos quién sos, quiere decir que ya alcanzaste la fama. Pasa con Mirtha, pasa con Susana y obviamente pasa con Marta. Pero el tema es que Marta es una artista plástica y como tal, pareciera que se le tiene prohibido ser conocida y mediática, como si eso desvalorizara su obra o la colocara en un lugar inadecuado. Minujín es mucho menos mediática y mucho más artista de pura raza de lo que la gente cree; si les parece que caí bajo su embrujo dense una vuelta por la excelente muestra retrospectiva que hasta el mes de febrero exhibe el Malba. Obviamente la inauguración fue una de las más multitudinarias que me tocó vivir este año en el museo, con gente haciendo cola para entrar, algunos famosos, un Eduardo Costantini que se quedó casi hasta el final y una Marta ataviada con un impresionante vestido rojo de Min Agostini pululando y disfrutando mesuradamente: si señores, aunque parezca mentira. A pesar de lo levemente estrafalario del atuendo, detrás de sus anteojos negros, llegué a adivinar el rostro de una mujer visiblemente emocionada, que no se puso en estrella y que no improvisó ninguna alocada performance, ni discurso porque no lo necesitaba: la potencia de su obra, que ocupa más de la mitad del museo, lo dice todo.  

Marta Minujín 1962
Marta Minujín 2010

El evento comenzó a eso de las seis de la tarde con la breve conferencia de prensa que brindaron en el auditorio la curadora de la exhibición, una muy joven Victoria Noorthoorn, y la propia Minujín. Aún más emocionada que la artista, Victoria se deshizo en agradecimientos para todos los que colaboraron con este titánico trabajo, que llevó meses de preparación e incluyó el análisis y el rescate de un cuantioso material de archivo, la reconstrucción completa de varias obras y un diseño de montaje muy complicado realizado por Gustavo Vázquez Ocampo, quien dijo que “armar esta muestra no convencional significó un enorme desafío para mí y para todo el personal del Malba”. Si bien Marta hace más de 40 años que produce obra, esta exhibición se centra en las décadas del 60, 70 y 80, mostrando 30 años ininterrumpidos de producción de avanzada y de vanguardia. Según Noorthoorn la muestra se pudo montar, en su mayor parte, gracias al meticuloso y ordenado archivo de la artista, que cuenta con cientos de metros de película y varios miles de fotos: “este montaje es un ejemplo de lo que se puede hacer gracias a un archivo bien conservado, todos los artistas y gobiernos deberían proteger sus archivos artísticos y culturales”. 






La exhibición comienza con dos magníficas pinturas al óleo, que a un despistado le parecerían de otro artista, enfrentadas a una pared repleta de trabajos de estética informalista que datan de finales de los años cincuenta: “cuando me empezaron a decir que mis pinturas eran excelentes me di cuenta que yo no quería eso para mi carrera, yo quería ser de vanguardia, asique a muchas de ellas las destruí y gracias a Alberto Greco pasé a “la cosa” que ocupa el espacio y significa más allá del entendimiento”. Cuando Marta se sumerge primero en cajas de cartón y luego en colchones, la muestra se abre a un enorme y colorido espacio repleto de multicolores y mullidas formas acolchadas, muchas de las cuales creó en París: en el año 1962 vivía allí en una pensión sin gas ni agua corriente y pasaba sus días recolectando viejos colchones de hospital. A un costado, la reconstrucción de la Soft Gallery invita a grandes y a chicos a saltar y revolcarse en su interior: “los colchones invitan a usar la obra de arte, esta retrospectiva es para vivirla, que vengan a mirar las vitrinas solo los historiadores, nadie más”, aconseja la artista. Las vitrinas, a las que alude Minujín, están repletas de fotos, hojas que describen de manera sistemática procesos creativos e ideas que surgen en su cabeza (tipeadas  con máquina de escribir) y cientos de bocetos y dibujos que demuestran el grado de compromiso y de trabajo que tuvo la artista con su obra a lo largo de los años.


Música acuática de Haendel, 1960

Colchones 2006-2010 vista de la sala


El resto de la enorme sala del segundo piso del Malba está dedicado a varios ejes temáticos que hacen foco en sus happenings: imperdible la reconstrucción de La Menesunda; su trabajo sobre los medios de comunicación, con un semi restaurado Minuphone; los años hippies, uno de los sectores más logrados con paredes tapizadas de páginas de revistas de la época y la exhibición de las prendas que Marta customizaba y usaba en esos años; y sus performances, en las que se rescata el trabajo de una artista que  anticipándose al clima que iba a instaurar la dictadura militar creo Kidnappening (una combinación ficcional de secuestro y happening). La cantidad de material y referencias escritas, sonoras y visuales agota, más aún cuando a la salida de la sala un cartelito indica que la muestra continúa con las esculturas facetadas de la terraza y las obras de la sala tres del primer piso. Allí se refugian los trabajos de temática latinoamericana (realizados en plena dictadura) y de participación masiva, entre los que se destacan el Obelisco acostado y El Partenón de libros. 


La Menesunda versión 2010

Los años hippies
Frac-asado de la Academia del Fracaso 1975


Recorriendo esta enorme retrospectiva detenidamente y reflexionando sobre la profunda base creativa con la que trabajaron los que le dieron vida no queda otra que reconocer que Marta es muchísimo más que una artista pop, ella misma lo  reafirma al decirnos a los periodistas, casi como pidiendo disculpas: “la fama te da poder, a veces para salvarte, como en la dictadura, y siempre para gestionarte a vos mismo; para poder seguir trabajando, en realidad”. Como si hiciera falta algo más, Victoria Noorthoorn remata: “Marta tiene una capacidad de autogestión envidiable, ella logró hacer todo lo que soñó porque insistió una y mil veces y tuvo la capacidad de reinventarse, cuestionando su propia producción, criticándola severamente y hasta destruyéndola para volver a rearmarla y mejorarla”. No es común ver en una inauguración a personas más preocupadas por leer los textos que acompañan a las obras, que por tomar la infaltable copa de champagne. Tampoco es común verlas jugando, charlando despreocupadamente con la pareja que está  metida en la cama de La Menesunda o acostada en el piso psicodélico de Importación-Exportación para sacarse fotos bien cerca de  las grandes flores y perfiles de colores fluorescentes. Desde el 26 de noviembre el Malba vive una fiesta que promete prolongarse hasta el 7 de febrero del 2011. “Cuando la gente queda descolocada crece”, afirma Marta. Yo agregaría: cuando aprende jugando también.

Fotos y Texto: Andrea Castro


Venus fragmentándose y recomponiéndose 1983-2007

Maqueta del Partenón de Liros 1983

Foto: Cortesía Prensa Malba


Hasta el 7 de Febrero de 2011
Domingo 9 y 16 de enero a las 18 hs visita guiada a cargo de la artista
Malba: Avenida Figueroa Alcorta 3415
Entrada General: $22 (miércoles $10,00)


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