lunes, 7 de enero de 2013

The Iron Man

Gustavo Anglese ha recorrido un largo camino, lo prueban su fuerza de voluntad y su trayectoria pero, fundamentalmente, lo prueban sus obras. 
Dedicado desde siempre a esta actividad que, por esas cosas del agotamiento de los recursos renovables, hoy se puede llamar sustentable, Gustavo se expresa creativamente gracias a su excelente manejo técnico del hierro y de los materiales de descarte que le proveen los talleres mecánicos y metalúrgicos. Autodidacta y dueño de un talento natural innegable, Anglese ha logrado dotar a sus obras de fuertes mensajes y sólidas bases conceptuales. Lejos han quedado ya las parejitas de tango y los escalofriantes insectos gigantes. Ahora las manos de Gustavo se involucran con temas tan trascendentales como la Divina Proporción y La Justicia, en los cuales las tuercas, los rulemanes, los engranajes y las cadenas se transforman en las palabras de un discurso equilibrado, contundente y eficaz. La estética robótica futurista que, debido a la utilización de los materiales anteriormente mencionados, es casi ineludible en la mayoría de sus trabajos, lejos de encasillar su relato, lo universaliza y transforma a su Hombre de Vitruvio, por ejemplo, en un ser atemporal que llega desde la bidimensionalidad renacentista para instalarse en la tridimensionalidad del siglo XXI, sin perder su profundo sentido simbólico: biónico, robotizado o hasta mutado el ser humano seguirá siendo el centro de nuestro universo. 






También su Justicia luce, razonablemente, bastante diferente en relación a sus tradicionales hermanas neoclásicas de fuertes corporalidades marmóreas cubiertas por leves túnicas. En tiempos donde parece flaquear y ceder a las tentaciones terrenales, esta muchacha plateada nos muestra su esquelética silueta de pechos sospechosamente prominentes y redondeados, su pelo al viento y su actitud “fachera”, mientras sostiene sus atributos casi con descaro, conformando una especie de caricatura de sí misma. Obras como ésta dan fe de la sensibilidad artística que tiene Gustavo para poder crear desde la realidad que lo rodea día a día, sin olvidarse del contexto histórico, social y cultural en el cual se encuentra inmerso. Probablemente su proceso creativo sea más inconsciente que racional, pero no por ello es menos válido. 




Como  todo artista que se precie como tal, su búsqueda es incesante y lo ha llevado a sumar nuevos materiales incorporando huesos de diferentes animales en algunos de sus trabajos. De esta manera ha potenciado la visión de uno de sus Dinosaurios, conjugando las estructuras metálicas que ingeniosamente lo definen con vértebras reales y parte de una osamenta de vaca. El mismo recurso le ha servido para dar vida al cráneo de un rabioso perro con rastas que es, ni más ni menos, que un genial autorretrato que nos muestra que su alter ego humano se enoja ante las injusticias de la vida; esa vida que a veces se ensaña muy duramente con las personas que poblamos este planeta. Igual que sus obras Gustavo puede parecer, a primera vista, peligroso, frío y hasta distante. Pero una mirada mucho más profunda lo descubre cálido, sensible y comprometido, al igual que sus obras.  








Texto y Fotos: Andrea Castro. 

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