“Sus colecciones son la mejor expresión de la moda unida al arte. El negro es su fetiche, las siluetas eternas sus preferidas, el corte perfecto su religión y las telas nobles sus mejores aliadas”. De esta manera Carla Rodríguez introdujo el material de prensa que fue entregado en la presentación de la última colección de Pablo Ramírez, en un desfile que también festejó sus diez años con la moda.
“Para esta colección, que tiene tono de festejo y celebración, trabajé nuevamente con la silueta y tomé al vestido negro para mostrar tres líneas o estilos diferentes que se complementan. Una de ellas es muy sexy y al cuerpo, este está muy contenido y marcado; otra tiene más que ver con la fantasía y con la femineidad, con faldas vaporosas, de mucho vuelo y cintura ceñida, muy estilo Dior; y la última, se ubica a finales de los ’50 y principios de los ‘60 cuando el vestido se despega del cuerpo, para sugerirlo sin marcarlo y ceñirse solamente en la falda. Las tres siluetas resumen esta búsqueda por el cuerpo perfecto”, cuenta un exultante Ramírez en la trastienda del evento.
Después de un video inicial que recorrió gran parte de sus diez años de carrera, comenzó un desfile impecable, armónico, reflexivo, paciente y con un ritmo al que la mayoría de los diseñadores no nos tiene acostumbrados. Las impecables prendas se pudieron disfrutar con lujo de detalle, gracias a las contenidas pasadas y a los lentos giros que, junto a la espectacularidad del Salón Versalles del Hotel Alvear, nos transportaron a un típico desfile de Alta Costura de los años 50.
Prendas de sastrería masculina y femenina confeccionadas a la perfección, telas de altísima calidad, hechuras maravillosas, detalles de confección que envidiarían las más afamadas modistas, aires de Audrey, de Jackie y Alicia en el País de las Maravillas, riguroso blanco y negro, diseño, elegancia y calidad. Para las damas: vestidos al cuerpo, que parecen guantes, o con faldas plato armadas con tul, estrictas camisas blancas, rigurosas faldas tubo, sacos bombé, capas cortas, largos abrigos con cola, escotes barco, tortuga, chimenea y mandarín, abotonaduras delanteras, mangas largas y cortas, y cinturas muy marcadas. Para los caballeros: pantalones bien estrechos o de montar, chalecos entallados, trajes impecables, sacos y largos abrigos monacales.
El final traerá los aplausos y desatará una alegría importada de otros tiempos con la pasada y el saludo final al ritmo de Que suerte que esta noche voy a verte, cantada por Violeta Rivas.
Texto y fotos: Andrea Castro.
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