A pesar de haber dejado de ser la Capital de los Estados Unidos en 1790, la ciudad de New York era, hacia principios del siglo XIX, una de las más pujantes de dicha Nación. En la década de 1830 se convirtió en un centro financiero sin precedentes y en una fuente de oportunidades para cualquier visionario que transitara por sus estrechas callejuelas cada vez más atestadas de caballos y carruajes. Damas ricamente ataviadas, con ampulosos vestidos de seda y enormes sombreros, y caballeros de frac y galera, comenzaban a disponer de grandes cantidades de dinero para volcar en gustos cada vez más extravagantes. En 1837, un par de jóvenes veinteañeros, aprovecharon la oportunidad y se aventuraron a abrir una tienda de “papelería y artículos de lujo” en el número 259 de la calle Broadway: Tiffany & Young. Charles Lewis Tiffany le pidió mil dólares prestados a su padre y junto a su cuñado John B. Young, comenzó a gestar un incipiente “estilo americano” que se alejaba cada vez más de la exagerada opulencia del victorianismo europeo para buscar inspiración en la naturaleza. En el libro” Tiffany’s 20th Century, A portrait of American Style” de John Loring, se cuenta que el local abrió sus puertas el 21 de septiembre, recaudando la insólita suma de 4,98 dólares, y que las tarjetas de precios de los productos llevaban la leyenda “no negociable”.
Primer local del año 1837 |
Poco a poco sus exquisitos patrones llenos de simplicidad, armonía y claridad, que preanunciaban la llegada del Art Noveau, se fueron convirtiendo en sellos característicos del diseño Tiffany, primero en utensilios de mesa y accesorios en plata y más adelante en joyería. En 1867 la empresa recibe el Gran Premio por la calidad de su trabajo en plata en el marco de la Exposición Universal de París, convirtiéndose así en la primera casa de diseño estadounidense a la que un jurado extranjero le confiere dicho honor. Unos años más tarde Charles le compra a su socio la otra mitad del negocio y en 1870 la empresa se transforma en Tiffany & Co, se muda a la esquina de la calle 15 y Broadway, en Union Square y comienza a transformarse en la referencia absoluta del buen gusto, la elegancia y la sofisticación. Una de las primeras medidas que toma Charles en cuanto a sus diseños en plata es la de utilizar una proporción de 925 sobre 1000 (95% de plata pura y el resto de cobre), la misma, gracias a sus esfuerzos y negociaciones, será adoptada por el Congreso de los Estados Unidos como el estándar norteamericano para la plata sterling; demás está decir que la norma 925/1000 es utilizada hasta el día de hoy. Tiffany & Co se había convertido ya en el proveedor número uno de joyas, relojes y accesorios de lujo en los Estados Unidos y su estudio de plateríaera considerado como la primer escuela norteamericana de diseño. Al inicio del siglo veinte, la compañía contaba con más de 1000 empleados y sucursales en Londres, París y Ginebra; la fortuna personal de Charles Lewis Tiffany ascendía a 11 millones de dólares: “el tenía absoluta fe en la idea de que todo lo que pasara en Tiffany & Co debería no sólo tener la más fina calidad en los materiales, sino que además debía deslumbrar con los mismos atributos en cuanto al diseño”.
Local de Union Square 1970 a 1905 Interior del local |
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