Los ángeles no tienen espalda,
los seres humanos sí. He aquí el comienzo del problema. Durante milenios
nuestra especie casi siempre se ha olvidado de su espalda. En honor a la verdad
a veces la recuerda pero, en general, para maltratarla y denigrarla
injustamente. Veamos: darle a alguien la espalda es, cuanto menos, ofensivo;
mirar a otra persona por sobre el hombro es prácticamente insultante; cuando
hablamos mal de los otros lo hacemos a sus espaldas; el peor asesino es el que
mata por la espalda; y el más grande de los arrogantes es ese que
sobradoramente nos palmea la espalda como teniéndonos de hijos.
Por mucho más de 2000 años el
arte se rehusó a retratar a una persona de espaldas. Los egipcios deliraban por
la planimetría tanto de frente como de perfil pero, que yo sepa, los faraones
tampoco tenían espalda. Las perfectísimas esculturas clásicas son envidiables
reproducciones en 3D de bellísimos y armoniosos cuerpos humanos y, obviamente,
tienen espalda, pero en general se punto fuerte está ubicado en el frente. El
David de Miguel Ángel, al que solo le falta hablar, es admirado todos los días
por miles de turistas que se deslumbran con los detalles hiperrealistas de sus
músculos, de su rostro y de sus manos. Todos quedan embobados mirándolo de
frente pero a casi ninguno se le ocurre tomarse la molestia de rodear tan
espectacular escultura para disfrutar de la poderosa espalda de este hombre de
mármol. Hasta el día de hoy no se sabe si esto sucede por respeto, temor,
apuro, costumbre o, simplemente, vagancia.
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David de Miguel Ángel |
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Estudio anatómico de Miguel Ángel |
Lamentablemente tuvimos que
esperar hasta finales del siglo XIX para que los impresionistas y otros locos
vanguardistas, comenzaran a ver las cosas desde otro punto de vista. Ellos
fueron quienes, en su desesperación por no perder terreno en manos del realismo
absoluto de la fotografía, rescataron la belleza y el misterio de la espalda
para el disfrute del resto de los humanos. Los críticos de arte de la época les
dijeron de todo menos lindos pero no pudieron parar la bola de nieve y la idea
pasó literalmente de los pinceles de los artistas plásticos a las manos de los
grandes diseñadores de moda. También en este terreno nuestro dorso libró una
larga lucha ya que por siglos fue el símbolo de la opresión en las mujeres
aristocráticas que estaban obligadas a usar corset. Cintas, moños y lazos
ciñeron con furia, día tras día, las
espaldas de estas estoicas damas que no tenían ni libertad para respirar, ni
intimidad para cubrir o descubrir su cuerpo cuando y donde quisieran. Tener
cintura de avispa fue sinónimo de status y de belleza pero no de buena salud:
junta a las costillas las vértebras, sostén de la espalda, fueron las más
perjudicadas. La liberación llegaría de la mano de los médicos, de los rayos
X y de las primeras feministas, quienes también
les pasarían la posta a los diseñadores de indumentaria. Sin lugar a dudas, la
espalda diseñada y retratada pasó por su mejor momento a lo largo de todo el
siglo XX y aún hoy se mantiene dentro del top ten si hablamos de zonas erótico
sensuales agradables tanto de ver como de mostrar.
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La toilette, Edgard Degas |
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Horst P. Horst 1939 |
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Yves Saint Laurent 1971 |
La espalda es el refugio de los
abrazos, es el reverso de nuestra personalidad, es la estructura en la que se
apoya ese delicado rompecabezas de huesos que nos transformó en sufrientes
animales bípedos que vagan por el mundo en
contra de la ley de gravedad. Por la espalda resbalan libres las gotas
de lluvia, se deslizan amorosos besos y generosas caricias. Por la espalda
corre la vida en forma de sustancias viscosas y de impulsos eléctricos que
desde el cerebro, llegan al resto de nuestro cuerpo llevando y trayendo infinidad
de mensajes. Por la espalda viajan también los escalofríos cuando algo nos
asusta, nos entristece o nos emociona demasiado. Toda esta belleza y poesía no
alcanzan todavía y nuestro pobre espinazo sigue perdiendo la batalla con la
otra cara de la moneda.
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Ingres Violin, Man Ray 1924 |
Supongo que la supremacía casi absoluta del frente de
todo ser humano tiene que ver, además de
ser el referente innegable de la identidad individual a través del rostro, con
que en él se concentran todos los sentidos que lo comunican con el mundo
exterior. Cuántos de nosotros hemos dicho o pensado alguna vez: ¿por qué no
tendré ojos en la espalda? Está claro que las cosas se dicen y se escuchan de
frente pero ¿no es hermoso también que nos susurren un te amo al oído y por la
espalda? Otro motivo de esta desconexión que poseemos con nuestra región dorsal
puede ser el difícil acceso que tenemos a ella. Subirse un cierre, pasarse
crema o protector solar y hasta reventarse un miserable granito resultan tareas
imposibles de realizar sin la ayuda de otro caritativo ser de nuestra misma
especie. Los espejos ayudan, pero mirarse la espalda sigue siendo algo bastante
complicado y poder sacarse una auténtica selfie
(o autorretrato como se decía antes de Cristo) de espaldas es algo irrealizable.
El origen de esta mala fama también puede tener que ver con el hecho de que la
espalda nos pasa factura y cuando lo hace, duele con ganas. Dolor de cuello,
dolor de cintura, en resumen dolor al fin, liso, claro e inaguantable. En
defensa de nuestro espinazo debo decir que cuando patalea lo hace con razón
porque parte de la injusticia que tenemos para con él radica en que no lo
cuidamos como es debido. Maltratamos nuestra espalda: la doblamos, la
retorcemos, forzamos sus bisagras al máximo y la cargamos con pesos imposibles
de soportar, tanto reales como simbólicos. La imagen del titán griego Atlas
cargando el peso del mundo entero sobre sus hombros o de Jesús apoyando su
propia cruz sobra la espalda y arrastrándola hasta el momento y el lugar de su
muerte, valen más que mil metáforas.
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La columna rota, Frida Khalo |
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Frida Khalo en la casa azul |
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Vanity Fair Cover |
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Alexander McQueen 1997-98 |
Una realidad innegable es que la
espalda es nuestro lado vulnerable. Nos es difícil saber que pasa por detrás de
ella, o sea por detrás de nosotros mismos, y además resulta ideal cuando los
otros quieren inmovilizarnos con esposas o chalecos de fuerza. Se dice que esta
idea de vulnerabilidad está ligada a una leyenda que asegura que los humanos
teníamos alas y podíamos volar. Nuestras alas estaban ubicadas a la altura de
los omóplatos, insertadas entre ellos y la columna. Cuando nos cortaron las
alas y nos volvieron vulnerables la espalda dejó de tener un rol “importante”
en nuestras vidas y casi por despecho comenzó a ser olvidada y denigrada. Hoy
nuestra espalda no nos puede hacer volar pero nos ayuda a nadar, que no es lo
mismo pero se parece a volar. También nos permite recostarnos en la arena y
“volar” mirando las estrellas, o recostarnos en una mullida cama, dormirnos y
soñar que tenemos alas y, a pesar de todo, podemos volar.
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David Beckham Guardian angel tattoo |
Texto: Andrea Castro.