Arde Madrid, la serie española que ha sido toda una revelación, y a dos años de su estreno ya es un clásico, está basada en hechos reales, puntualmente en la escandalosa estadía que la actriz Ava Gardner pasó en la capital española en los años 60, en pleno auge del franquismo y, para colmo de males, teniendo como vecinos al general Juan Domingo Perón, y a su mujer Isabelita. Sus ocho capítulos, filmados íntegramente en blanco y negro (la serie es gris como lo es también la España franquista), podrían haberse quedado solamente en lo anecdótico, narrando los desmanes y las excentricidades de la diva, que incluyeron romances con toreros, y un fuerte acercamiento a la comunidad gitana, muy perseguida por el régimen en esos años; y ahondando en su mala relación con el ex presidente argentino que vive llamando a la guardia civil para quejarse. Por el contrario, Arde Madrid, gracias a la genialidad de sus creadores Paco León y Anna Costa, termina siendo una bella y profunda reflexión sobre el franquismo, la dictadura, los prejuicios, el deseo y la libertad, cuestiones estas últimas, que siempre suelen abrirse paso, cueste lo que cueste. Por momentos la trama se vuelve tan íntima, al ahondar en lo más recóndito de la vida privada de cada uno de los personajes, que da lugar a que muchos de ellos tengan escenas en las que se los ve sentados en el inodoro, incluida la mismísima Ava que se queja ante Ana Mari de sus dolores menstruales. Por esto, no es de extrañar que la presentación de cada capítulo muestre a uno de los protagonistas en ropa interior, dedicándose a realizar tareas tan banales como maquillarse, peinarse, lavarse, vestirse, o plancharse la ropa. Simbólicamente hablando, Arde Madrid es un producto redondo por donde se lo mire.
Si bien en el argumento se destacan personajes secundarios muy importantes, su desarrollo se centra en el contrapunto dramático que se establece entre la diva y su mucama española. En estas dos mujeres, en sus actos, y en sus dichos, se encarna todo el simbolismo y la metáfora que hacen de Arde Madrid un producto muy inteligente, y que admite muchas segundas lecturas. Ava, la señora, la diva inalcanzable, con su desparpajo, su independencia, y su libertad sexual y de pensamiento, irrumpe en una España enlutada y que parece atrasar un siglo, para incendiarla de pasión, alcohol y deseo. Ella simboliza a ese país libre y democrático, en el cual se lucha por defender las libertades individuales; además de hacer realidad el eterno mito hollywoodense, desbordante de fantasía, glamour, y perfección. El brutal contraste entre el clima de las maratónicas fiestas que se celebran en su casa, con toda la comunidad gitana cantando a voz en cuello, y los solemnes eventos de corte patriótico partidario, a los que la invitaba Franco, que la padecía y la detestaba, pero también la usaba para acercarse a Estados Unidos, es abrumador.
Ava, magistralmente interpretada por Debi Mazar, no para de escandalizar durante toda la serie a la comunidad española, a sus vecinos argentinos y, fundamentalmente, a su personal doméstico. Se muestra semidesnuda y con resaca, se emborracha sin parar, deja su diafragma a la vista de todo el mundo, y pide que despierten y despachen a sus ocasionales amantes, que duermen a pata suelta y completamente desnudos en su cama. La que más sufre el desorden íntimo de la diva es Ana Mari, una especie de mucama y asistente personal que debe cuidar de su señora hasta cuando va al baño. Esta mujer coja, gracias a la polio que padeció de niña, de permanente rodete, anteojos gruesos y uniforme, encarna, a través de su seriedad y rudeza, a la España reprimida, prejuiciosa, y sumida en la ignorancia debido al franquismo. Católica, solterona y franquista, se incomoda y avergüenza de la conducta de su señora, sin detenerse a pensar que sus ideas están instaladas en su cabeza gracias al régimen opresor y misógino al cual pertenece: Ana Mari es instructora de la juventud de la Sección Femenina de Primo de Rivera, e ingresa al servicio de Ava, junto a un marido ficticio que también le proporcionan sus superiores (Manolo), para espiarla y dar cuenta de sus supuestas actividades comunistas.
Con el correr de los capítulos y las situaciones, la relación entre estas dos mujeres, muy tensa desde el principio, irá madurando y propiciando que comiencen a salir a la luz nuevas verdades y sentimientos, sobre todo en Ana Mari. Y como nada es lo que parece, finalmente, Arde Madrid nos revela que Ava no es tan fuerte y Ana Mari no es tan débil. O, en otras palabras, que Estados Unidos no es tan perfecto, y España no es tan sumisa. Las borracheras, la sucesión de hombres en su cama, los desbordes constantes de Ava, en realidad nos hablan de la tan conocida soledad y fragilidad que ha acosado desde siempre a casi todas las estrellas de Hollywood. Ana Mari, cuando ve por primera vez a su señora totalmente devastada y vencida por la muerte de Hemingway, se apiada de ella, logrando entender que sus desmanes no son peores que su eterna y profunda represión física y emocional. El diálogo que se establece entre ambas protagonistas, cuando Ana Mari le acerca un té a la diva es magistral:
– ¿Con cuántos hombres te has acostado, Ana Mari?
– ¿Yo? Con ninguno. Bueno, quiero decir, con mi marido.
– ¿Solo un hombre en toda tu vida?
– Claro, yo soy una mujer decente.
– ¿Mí no decente?
– Bueno, usted es americana.
- Y sí, soy una americana indecente. Pero la castración de los deseos, del amor, del sexo, de la alegría. Eso es indecencia”.
Ana Mari se irá dando cuenta de que es mucho más fuerte de lo que parece. Aparentemente su fragilidad tiene que ver con su cojera, por la cual es muy discriminada, “y quien te va a querer así, coja”, le dice Manolo cuando ella rechaza su propuesta de matrimonio con estas palabras: “yo no quiero que un hombre me diga, esto sí y esto no, aquí sí y aquí no. Ni estar agradecida porque no me pega. Yo no quiero nada de eso”. Pero la realidad es que su endeblez está directamente relacionada con las ideas preconcebidas y las barreras que ella misma ha levantado desde su discapacidad para enfrentar al mundo. Su cuerpo y su cabeza se irán impregnado poco a poco de ese innegable clima de sensualidad permanente que se vive en la casa, lo cual la llevará finalmente, y a pesar de la culpa y la vergüenza, a entregarse a Manolo, llegando a hacer el amor con él en la mismísima cama de su señora. Tal es el cambio que se produce en las convicciones de Ana Mari que, cuando sus superiores dan por terminada su misión, aparentemente convencidos de que hacer el amor y bailar flamenco, no tiene nada que ver con ser comunista, ella no duda en engañarlos para poder permanecer al servicio de Ava. La bellísima actriz Inma Cuesta, que actúa y canta como los dioses, es la encargada de darle vida a Ana Mari, transformándose no solo desde lo físico, sino también desde lo actitudinal e ideológico. Solo una mujer sumamente segura de su propia fuerza puede lograr minimizarse de tal manera, como lo hace Cuesta.
Un párrafo aparte merece la inclusión del general Perón (Osmar Núñez) y su mujer (Fabiana García Lago), los cuales son constantemente ridiculizados, él por ser un dictador sin posibilidades de ejercer el poder, y ella por ser la pacata obsecuente de ese rey sin corona. El humor está siempre presente en las escenas en las que aparecen ambos, secundados por su pobre mucama española que ya está harta de prepararle enemas al general, peinarle las pelucas a Isabelita, y decirle que ya no hay más coñac porque se ha evaporado (en su propia garganta). Perón le da discursos a la nada, práctica tiro en la terraza de su casa, se desespera por dar notas y figurar en los actos de Franco, que lo ningunea, y vive llamando a la guardia civil para quejarse de las interminables jaranas de su famosa vecina. En todas las fiestas indefectiblemente Ana Mari repetirá: “señora, los Perón se están quejando”.
Lamentablemente Arde Madrid no tendrá, al menos por ahora, una segunda temporada, por lo que nos tendremos que conformar con disfrutar una y otra vez de sus ocho únicos capítulos. Esta primera y única temporada termina, como no podía ser de otra manera, con una fiesta en la casa de Ava en la cual se juntan todos los personajes, incluida una cabra traída por los gitanos, y se resuelven todos los conflictos, hasta que tocan a la puerta los Perón acompañados por la guardia civil. Como Ava carece de la autorización requerida para organizar reuniones privadas, la fiesta se muda a otra parte, y la nostalgia del final se comienza a instalar. Mientras Ana Mari y Manolo se dedican a limpiar el desorden descomunal de la interrumpida bacanal, Ava y Pilar, su otra mucama, salen a la terraza en pleno amanecer a gritarle al aguafiestas del general: “Perón cabrón, Perón maricón”, para terminar hamacándose mientras Ava reflexiona si pasará otra temporada más en la capital española.
Texto: Andrea Castro.
Fotos: Javier Biosca, Vanity Fair, Movistar, Instagram.
Disponible en Flow y HBO.
Para saber más:
https://www.revistavanityfair.es/sociedad/celebrities/articulos/arde-madrid-es-la-serie-de-paco-leon-y-anna-r-costa-ava-gardner-espana-mito/34443