Salvador
se despertó sobresaltado. Como todos los días tardó unos cuantos minutos en
asegurarse que lo que lo rodeaba era el mundo real y no uno más de los
múltiples sueños que poblaban tanto sus noches como sus días. La certeza
absoluta provino, como siempre, de la espalda desnuda que reposaba a su lado.
La besó con dulzura y suavidad para no despertar a su dueña y se levantó aún
más despacio: Gala se levantaba de muy mal humor si no la dejaban dormir hasta
pasadas las once de la mañana. Apenas despuntaba el alba cuando el pintor se
asomó a la puerta de su casa y, como todos las mañanas, gritó a voz en cuello:
“¡buenos días Cadaqués, por suerte todavía sigues aquí!” Descalzo, y apenas
cubierto con una larga túnica blanca con sus iniciales bordadas en hilos de
oro, se encaminó hacia la playa a paso firme.
Un
tímido sol primaveral luchaba por vencer la densa neblina que, ya a esas horas,
preanunciaba una jornada todavía fresca en la bahía de Port Lligat. Manuel y
Jordi lo vieron llegar dando grandes zancadas, desnudarse por completo y acto seguido,
arremeter contra las olas al grito de: “¡viva Cataluña, mi madre!”
Acostumbrados a las excentricidades de su vecino, ambos pescadores se miraron
riendo y continuaron reparando las redes que en unas pocas horas usarían en
alta mar. “El maestro está cada día más loco” –dijo Manuel meneando la cabeza.
“Pero es feliz” –le contestó Jordi mirando su red con un dejo de resignación.
-Mira
como disfruta de la vida, el hombre es feliz llueva o truene –agregó.
-Claro
si está forrado en duros para esta y la otra vida –le contestó Manuel sin
ocultar su envidia. Nosotros nos pelamos las espaldas de sol a sol y aquí
seguimos, luchando con el mar y con los
malditos peces desde que nacimos.
-Eres
un bruto Manuel lo vida no se mejora solamente con dinero. Yo estoy seguro que
Don Salvador se levantaría igual de contento aunque no tuviera un céntimo en
sus bolsillos.
-¡Claro
hombre, si está loco de remate! Qué sabrás tú que nunca has salido de este
pueblo. Ese hombre ha viajado por el mundo, ha dormido en los mejores hoteles y
seguro que se ha tirado a los mejores mujeres del mundo.
-¡Más
respeto que la señora Gala es una dama, joder! Ella siempre se preocupa por
nuestras familias y a mi mujer le ha regalado alguna que otra chuchería para
que disfrute un poco de esta vida. Además siempre le pide al mar que no se
ensañe con nosotros cuando desaparecemos por un par de días.
-Ya
lo sé Jordi, la señora es un ángel, yo no hablaba de ella, sino del demonio de
su marido, bien que la habrá hecho cornuda ese desgraciado.
-¡Cuidado
Manuel, le envidia te está envenenando la sangre! Vamos, ayúdame a extender
estas redes de una buena vez.
Bahía de Cadaqués |
En
eso estaban cuando de pronto se les apareció Dalí, como Dios lo trajo al mundo,
chorreando agua por todos los costados y
con sus bigotes increíblemente perfectos.
-¡Por
Dios maestro, esos bigotes no se rinden ni ante las olas del Mediterráneo! –le
dijo Jordi muestro de risa.
-Ya
están acostumbrados, mi amigo. Además saben que al Gran Dalí no hay manera de
contradecirlo. Yo los quiero así y ellos siempre deben estar así. Mis bigotes
me respetan más que esos críticos de pacotilla que solo pretenden encontrar
maravillas técnicas y bobadas sentimentalistas en mis obras. ¡Nunca van a
comprender la verdadera esencia del Surrealismo!
Manuel,
visiblemente perturbado por la libertad con que el maestro se mostraba a quien
quisiera verlo, apuró las cosas cortando la charla abruptamente con un
contundente: “¡hala, hala hermano, que la mañana se va volando y los peces no
se meten solos en las redes!”
-Mis
disculpas estimado Manuel, yo aquí hablando pavadas cuando ustedes tienen que ganarse
el sustento –le respondió Dalí con un profundo dejo de ironía. Continúen
ustedes con sus quehaceres, yo mientras tanto me sentaré un momento en la arena
a disfrutar dl sol y a maldecir a ese patán de Francisco de Goya que me está
sacando canas verdes.
-Eres
un ignorante y un irrespetuoso –le dijo Jordi a su hermano mientras se alejaban
rumbo al mar. Nunca tendrás la oportunidad de hablar con un genio de la pintura
como él. Es un milagro que el maestro haya elegido vivir en este pueblo y que
nos trate a todos como si nos conociera de toda la vida –continuó rojo de
furia. En vez de perder el tiempo hablando sandeces con esos vagos amigotes que
tienes en el bar, podrías intentar aprender algo de la sabiduría que emana de
ese hombre.
-¡Sabiduría
mis cojones! Tu admirado maestro está más chiflado que una cabra y lo sabes
bien.
-Loco
o no loco, es la persona más generosa, honesta y amable que me he cruzado en
esta vida. Don Salvador no se molesta por nuestro eterno olor a pescado,
entiende lo duro del trabajo que realizamos, y más de una vez me ha ofrecido
retratarnos para que el mundo conozca lo
corajuda y, según él, maravillosa vida que llevamos enfrentándonos al mar día
tras día.
-Ese
tío a mi no me pinta de muerto, no le voy a dar el gusto de seguir llenándose
los bolsillos de dinero gracias a mi curtida cara. Míralo, es un payaso.
Jordi
levantó la vista, y desde la orilla divisó la figura del pintor que saltaba como
un niño disfrutando de las suaves caricias
de los rayos del sol sobre su cuerpo. Antes de internarse en el mar siguiendo a
Manuel, que ya estaba desplegando una de las enormes redes, logró ver como
Salvador interrumpía su baile en forma abrupta para ponerse a ¿conversar? con
el aire que lo rodeaba. “Quizás sea verdad que está demente, pero yo lo
prefiero por sobre todos los malditos cuerdos que viven en este pueblo”, pensó
Jordi mientras sorteaba la rompiente.
Dalí
dejó de danzar ni bien se percató que se acercaba hacia él un señor regordete
que parecía haber salido de la nada misma. Lucía demasiado abrigado para el
comienzo de la primavera y algo fuera de época con respecto a su vestimenta,
notó el pintor al instante. Las ajustadas calzas de terciopelo, la camisa
blanca impoluta, el chaleco y el enorme chaquetón de tela de tapicería, se
complementaban con un corbatón a la régate y una elegante galera negra. El
detalle final lo imponía un finísimo bastón de madera de ébano con una
importante empuñadura de plata donde lucían grabadas y entrelazadas una F y una
G.
-¡Por
las barbas de Satanás, otra vez me quedé dormido en pleno baile! ¿O habré
entrado en trance? Tal vez esté muerto, ¿quién lo sabe?
Salvador
clavó sus largas uñas en uno de sus antebrazos, como solía hacerlo cada vez que
intentaba dilucidar si lo que le estaba ocurriendo era real, imaginario,
onírico o alucinatorio. Así era su día a día, una eterna montaña rusa de
sensaciones y percepciones varias que lo asaltaban a toda hora y en todo momento.
El dolor que sintió, y las gotas de sangre que se estrellaron en la arena, lo
hicieron optar esta vez por realidad y pleno estado de vigilia. Se acercó
lentamente al adusto caballero y mirándolo de soslayo lo increpó con autoridad:
hombre, ¿de qué periódico te envían? Debo reconocer que el disfraz está muy
bien logrado. ¿Dónde están los fotógrafos? ¿Cómo se enteraron que estoy
trabajando con los grabados de Goya? Solo Gala y el Gran Dalí lo saben”.
-En
primer lugar –dijo el caballero sacudiendo su bastón en el aire- cúbrase las
partes nobles que esto no es un burdel. Luego, con todo gusto responderé a
todos esos extraños requerimientos que han salido de su boca y que todavía no
logro entender muy bien.
Refunfuñando,
Salvador se puso la larga camisola bordada con sus iniciales, se acomodó el
bigote, y finalmente se sentó en la arena con las piernas cruzadas, invitando a
su extraño visitante a acompañarlo. Sin moverse de su sitio, el caballero
prosiguió con su alocución, quitándose la galera y acompañando sus palabras con
una leve inclinación de cabeza. “En segundo lugar me presento: Don Francisco de
Goya y Lucientes, el mejor pintor de España, para servirle”.
Al
escuchar esto, Dalí prorrumpió en una sonora carcajada que le sacudió todo el
cuerpo; todavía entre risas articuló: “mi querido caballero, el mejor pintor de
España soy yo: Don Salvador, Domingo, Felipe, Jacinto, Dalí i Doménech. Usted
es solo un fantasma…sordo, para más datos.
-¡Sordo,
su abuela! La muerte lo cura todo, ese es el gran secreto que ignoran los
miserables que todavía están vivos.
-¡Maravilloso!
Cuénteme más, ¿cómo es todo por allá? Nunca me convencieron esas insulsas
imágenes que muestran angelitos regordetes, tocando el arpa y montados como
gilipollas encima de las nubes. Siempre
imaginé el más allá mucho más mundano y terrenal de lo que los humanos se han
fabricado en sus cabezas a lo largo de los siglos para darle algún sentido a la
muerte.
-Debo
reconocer, a pesar que como artista usted me parece deplorable, que muchos de
los mundos que uno puede recorrer a lo largo de la vida eterna, tienen grandes
similitudes con varias de sus obras. Son reales, pero a la vez no lo son; nos
resultan conocidos, pero a la vez no tienen sentido; y lo más importante es que
se nos presentan tan familiares porque durante nuestra vida los hemos soñado
casi todas las noches.
-Venga
hombre, que ya sabía yo que mis cuadros en realidad eran recuerdos del futuro.
Ojalá el día que me muera me vaya derechito a un paraíso repleto de relojes
blandos, rinocerontes y bellas mujeres comandadas por mi inseparable Gala.
La persistencia de la memoria (1931) - MOMA |
-Para
eso falta algún tiempo Salvador, aunque podría negociarle unos cuántos años más
si desiste de la absurda idea de reeditar mis grabados bajo las reglas de sus
espantosos métodos estéticos.
-¡Me
importa un cuerno si me muero mañana mismo, nadie le impone al Gran Dalí, lo
que puede pintar y lo que no! ¡Le advierto Goya, si sigue hablando del Surrealismo y de mi
método paranoico crítico en esos términos, le voy a dar tantas patadas en su
fantasmal culo que va a recuperar la sordera en menos de lo que canta un gallo!
–gritó Salvador enfurecido.
-Tranquilo
hombre, tranquilo, que yo vine aquí a negociar y no a armar un zafarrancho a
escala cósmica. Los asuntos en el más allá se manejan de una manera harto
diplomática, la violencia no existe en los dominios de la muerte. Todo se
negocia hasta el más mínimo detalle y, cuando ya no queda nada más por
intentar, se dejan fluir los acontecimientos. Así lo que debe ser, se deja ser,
sin resentimientos y con mutuo acuerdo de todas las partes involucradas.
-Me
gusta sobremanera este jueguito que usted me propone, amigo Francisco –terció
Salvador un poco más tranquilo. ¡Hala, póngase usted más cómodo y que empiecen
las negociaciones!...(Continúa en Segunda Parte)
Texto: Andrea Castro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario