sábado, 18 de noviembre de 2017

¿Qué pensarías Leonardo?...



¿Qué sentirías si pudieras saber que una de tus obras se ha convertido en el cuadro más caro de la historia? Aunque te conozco muy poco creo que no le darías importancia a la astronómica cifra, y seguramente te enojarías un poco. Cierro los ojos y me llegan tus palabras a través de la bruma de los siglos.

“Todo ese dinero deshonra y humilla mi obra. Yo no pinté al Salvator Mundi para que lo disfrute una sola persona. Yo quise mostrarle al mundo entero la grandeza del amor divino que se escondía tras los ojos de mi amado Salai. Yo me pasé noches enteras en la morgue de Milán estudiando los músculos, los nervios y los rasgos de miles de rostros porque quería descubrir el secreto de la sonrisa humana. De todos mis inventos y mis investigaciones, el origen y el porqué de la belleza enigmática y misteriosa de una sonrisa humana, fue la que más me ha desvelado hasta el día de mi muerte. Creí haber atrapado su verdad en el retrato de Lisa Gherardini, pero con el paso de los años me fui dando cuenta que La Gioconda, como la habían bautizado, seguía llenando mis días y mis noches de eternas preguntas. La suya es una excelente sonrisa, pero no es la eterna, la precisa, la concreta, la verdadera. Mi amor por Salai, mi leal compañero, los años, y la cercanía de la muerte, me hicieron volver a reflexionar sobre esta obsesión mía, hasta que un buen día se iluminó mi ya envejecida mente: solo la sonrisa de la persona más humana, y a la vez más divina, que haya transitado por este mundo, podía guardar en su rostro el secreto de la sonrisa de toda la raza humana. Ese fue el pensamiento que me llevó a crear a mi Salvator. Y digo, mi Salvator, porque él seguirá siendo mío a pesar de los millones de quienes puedan comprarlo. Perdón, me corrijo en este instante, el Salvator es mío, de toda la humanidad, y de todos los que tengan la inmensa suerte de estar frente a él para poder admirarlo en toda su magnificencia; porque él es magnífico, no yo que solamente lo pinté. Yo solo fui un instrumento, alguien que, hastiado de la  frivolidad que lo rodeaba, dedicó su vida a dejar algo más que crueles historias de guerras y banales chismes de corte. Algo que realmente valiera la pena por el solo hecho de existir y de haber sido creado para recordarnos que somos mucho más que un saco de huesos con los bolsillos llenos de dinero. Quien se enfrente al Salvator Mundi, se enfrentará a su propia alma, tenga millones en un banco, o solo dos centavos en el bolsillo. Para mí eso es lo único que importa.
Nunca me interesaron las alabanzas de mis mecenas, por más que algunos de ellos fueron reyes. Y si bien recibí buenos pagos por mis servicios, morí sin ser un hombre rico y sirviendo al rey Francisco I hasta mi último suspiro. Entre mis mejores pagos puedo enumerar el llanto de una cocinera al ver La Gioconda a medio terminar, la alegría de mis ayudantes y la borrachera que nos regalamos al terminar La última cena, y la emoción de Salai cuando le propuse ser el modelo del Salvator Mundi. Si pudiera volver a estar vivo al menos por unas horas, transitaría lentamente entre los miles de hombres y mujeres que visitan hoy mis obras, para poder ser tan feliz como lo fui en aquellas ocasiones”.

Texto: Andrea Castro.






 The world is watching. (Crédito: Nadav Kander para Christie's)


El Salvator Mundi se vendió a un coleccionista privado que, pese a las especulaciones, permanece en el anonimato, en cuatrocientos cincuenta millones de dólares. Pertenecía hasta el miércoles a la noche al magnate ruso Dimitri E. Rybolóvlev que seguramente lo tuvo estos años en una bóveda blindada o, lo que sería aún mucho peor, en el living de alguna de sus mansiones. Yo creo personalmente que debería pertenecer a un museo y estar a la vista de todas esas personas a las que Leonardo les estaría eternamente agradecido por tener el valor de enfrentarse a su propia alma, aunque tengan dos centavos en el bolsillo.






Fotos: Reuters y AFP.
Video: Nadav Kander para Christie's.