viernes, 22 de julio de 2011

Reinas Latentes en la Universidad de Palermo

Reinas latentes, coloridas, emplumadas, vanguardistas, guardadoras de secretos ancestrales y objetos preciados inundaron la pasarela en uno de los desfiles de la 13ª Edición Moda en Palermo, el ya clásico ciclo de muestras y performances del cual participan todas las cátedras de diseño de la Universidad del mencionado barrio. Las reinas nacieron de la creatividad y del trabajo de los alumnos de la Cátedra Diseño III de Ileana Capurro.




  
El punto de partida fue sin duda un desafío: basar las estructuras morfológicas de los diseños en un objeto muy querido y significante y, a la vez, lograr un estilismo inspirado en el movimiento punk centroamericano. Si bien Ileana, muy gentilmente, me ha explicado que entre los objetos utilizados por los alumnos se encontraban recuerdos varios de la infancia, tomas fotográficas de personas representativas en sus vidas, piezas heredadas, cofres y hasta mamushkas, el alto grado de conceptualización y de operatoria morfológica que presentaron los diseños logró, por una parte, evitar caer totalmente en cualquier estereotipo y, por la otra, disparar la imaginación del espectador a límites insospechados. En un esfuerzo por descifrar lo indescifrable, la forma concreta que puede tomar la representación de un sentimiento humano relacionado a un objeto, se pudieron vislumbrar en las pasadas pétalos de flores, abanicos, antiguos encajes y ligas de novias, viejas fotos en tonos sepias, tutús de bailarinas y muñecos de peluche, pensando, en realidad, en objetos más propios que ajenos.





Las ondulantes formas, facetadas, enroscadas, plegadas y trenzadas hasta el extremo fueron realizadas en liencillo de algodón y combinadas con gorros de lana coronados por crestas. El uso de un material que tradicionalmente se utiliza en los diseño de alta costura para realizar la denominada toile (traje de prueba), la osada combinación con la lana y el agregado de las crestas, remitieron directamente a la irreverencia y a la estética punk, me explicó nuevamente Ileana. 






Mientras que el manejo de las formas fue apabullante, el del color no se quedó atrás, no solo por las combinaciones que se manejaron sino por la excelente decisión de aerografiar los diseños, logrando contrastes, degrades y detalles que acompañaron y realzaron hábilmente cada uno de los pliegues y ondulaciones del liencillo.






A  pesar de que las piernas estuvieron fuera de juego, cubiertas por calzas blancas, otro acierto fue no cortar la estética más allá de ellas y continuar el juego en los pies con interesantes intervenciones en los zapatos en combinación con los gorros de lana. Estos últimos, justamente, fueron los que redondearon magistralmente el concepto general, en primer lugar por su clara reminiscencia latinoamericana (más bien andina e incaica) y, en segundo lugar, por la importancia de las ya mencionadas crestas. 






 


La variedad de formatos y colores las transformaron, en algunos gorros, en verdaderos penachos de guerra, muy similares a los utilizados por los soldados romanos en sus cascos, reafirmando así el carácter combativo de una de las tribus urbanas más revulsivas del siglo XX. En otros, en cambio, la estética más plumaria remitió directamente a las aves y a ese especial cuidado que ellas ponen en generar un objeto de diseño, su nido, para atesorar y resguardar sus objetos más preciados.
Texto: Andrea Castro. 




domingo, 10 de julio de 2011

Lo que natura non da, Salamanca non presta

Primer desfile de alta costura de Christian Dior 
sin John Galliano.


Ayer comenzó uno de los eventos de moda más esperados del mundo: la Semana de la Moda en París. La expectativa por conocer las nuevas colecciones para la temporada invernal 2011 batió records al saberse que uno de los primeros desfiles de alta costura sería protagonizado por la casa Christian Dior, algo habitual si no fuera por un detalle: el despido de su diseñador en jefe John Galliano hace cuatro meses. Para los desmemoriados vale la pena recordar que el modisto fue juzgado, hace apenas dos semanas, por haber protagonizado un escándalo en el bar La Perle de la Ciudad Luz al agredir con gruesos insultos antisemitas a una pareja. En su descargo el inefable John dijo no acordarse de nada y culpó al alcohol, a las drogas, al profundo dolor por la muerte de su padre y a las presiones de la industria de la moda, por su estado mental. Virtualmente desempleado Galliano no admitió lo ocurrido y mucho menos el hecho de ser antisemita, solamente se disculpó con sus denunciantes e inició un tratamiento de desintoxicación, mientras espera el veredicto que se dará a conocer en el mes de septiembre. 
 
Para completar el novelón ayer Bill Gayten, colaborador directo de Galliano durante 23 años, y Suzanna Venegas, su primer asistente y mano derecha, presentaron, en nombre de todo el taller de la casa Dior, cinco colecciones en una sola noche. El resultado según los críticos fue: “una presentación esquizofrénica, marcada por un eclecticismo anárquico”. Si bien se rumorea que en realidad Gayten fue nombrado diseñador en jefe la semana pasada, en este primer desfile la falta de una cabeza con algo de genialidad que marque un rumbo claro fue notoria. Dejando totalmente de lado su ideología y el bochornoso hecho que protagonizó no se puede negar que la magia que desplegaba el diseñador gibralteño en cada una de sus presentaciones era sin igual. La combinación y mezcla de temáticas, colores y texturas eran perfectas y, a pesar del caos y la exuberancia aparentes, el desarrollo de sus desfiles siempre fueron impecables. Lo que se vio ayer en el Museo Rodin fue un cocoliche descomunal, una burda copia que por momentos pareció una burla a la maestría de un genio que supo revivir a Dior de una debacle segura, desde que hizo cargo como diseñador en jefe en 1987. 


 

De nada sirve que Gayten haya explicado que se basó en las obras arquitectónicas de Frank Gehry, Jean Michel Frank y el movimiento de Memphis de los años ochenta, ni que dijera: “busqué referentes más contemporáneos, es el principio de algo nuevo”. Las imágenes hablan por sí solas: colores primarios que remitieron sin sentido a la moda skate de los años 90, estampados deprimentes, accesorios que parecían haber sido comprados en el cotillón de la vuelta, cabellos por momentos electrizados y recogidos y por momentos sueltos y batidos y, lo peor, diferentes líneas muy mal mixadas sobre la misma pasarela. El comienzo fue un claro rescate de las líneas clásicas de la firma con conjuntos línea A y H, además de alguna que otra chaqueta Bar, que quedaron totalmente desdibujados por la exagerada aplicación de plisados y formas superpuestas y espiraladas en sí mismas como así también, por la horrenda combinación  de textiles, colores, texturas y estampados. Para un diseñador olvidarse de la sutileza y de la leve alegoría en desmedro de la elegancia es un pecado capital. 


 


De golpe los años 50 pasaron a ser los 70 y una oleada de lánguidos vestidos con reminiscencias hindúes y profundos colores selváticos inundaron la pasarela. Si algún desprevenido y apurado invitado entró en ese preciso momento al salón, seguramente creyó que en realidad estaba viendo un desfile de Roberto Cavalli. 





Como todo el mundo sabe que un desfile de alta costura tiene que terminar con las creaciones más impactantes, después de este descolgado impasse,  a Gayten no lo quedó otro remedio que retornar de golpe al volumen y la grandiosidad de los vestidos de noche, en un acto verdaderamente lamentable. Las estrellitas por sobre la cabeza de una de las modelos, la enorme medialuna que parece ahorcar a otra de ellas, las serpentinas plateadas sobre las enormes faldas y el decadente pierrot final fueron dignos de un corso de barrio en comparación con la fastuosidad cortesana que prodigaba Galliano. Sus directivos deberán reflexionar largamente sobre el futuro de la firma. Como marca reconocida internacionalmente dueña de un nombre y una ética y, sabiendo además lo que significó la irrupción de Christian Dior como diseñador en una París devastada por la Segunda Guerra, era imposible que John Galliano permaneciera al frente como diseñador en jefe. Pero tampoco era necesario este bochorno público, hubiera sido mucho más sensato saltarse esta temporada, aún a riesgo de perder la Haute Couture Label, otorgada por la Chambre Syndicale de la Haute Couture. 

Texto: Andrea Castro. 


 


lunes, 4 de julio de 2011

Parecidos pero diferentes: Calendario Kryolan 2011

La marca alemana de cosméticos profesionales Kryolan tomó como fuente de inspiración para la realización de su calendario 2011 la obra pictórica de los principales artistas post impresionistas y de los padres de la vanguardia artística, quienes revolucionaron y rompieron con el arte académico entre finales del siglo XIX y  principios del siglo XX. El resultado: un magnífico trabajo de body painting para disfrutar los 12 meses del año.

Gustav Klimt

Marc Chagall

Auguste Renoir

Henri Matisse

Salvador Dalí

Edgard Degas

Paul Gauguin

Vincent Van Gogh

Georges Seurat

Pablo Picasso

Wassily Kandinsky

Cuatro inoxidables señores de frac

Ir a ver a Les Luthiers es tener casi el 100% de la salida asegurada. Uno ya sale de casa predispuesto a pasarla bien y ni siquiera la complicada llegada al centro, un sábado a la noche en pleno horario de comienzo de funciones, logra ponernos de mal humor. Los cuatro señores de frac están presentando en el Teatro Gran Rex ¡Chist!, una antología que reúne algunos de sus incontables mejores momentos arriba del escenario y que no para de agregar nuevas funciones a pedido del público.



Luego del obligado saludo inicial, los muchachos son ovacionados ni bien pisan el escenario y sin siquiera haber tocado una nota, la seguidilla comienza con las Canciones descartables del soberanamente bruto cantante melódico Manuel Darío, inocentemente interpretado por un Daniel Rabinovich, que luce muy cambiado con su tradicional bigote afeitado. La siguiente pieza, llamada La Comisión (Himnovaciones), plantea una situación que se irá desarrollando, a medida que se intercala con el resto del repertorio, hasta dar vida al apoteótico final. La mencionada comisión, integrada por dos corruptos e incultos políticos (Marcos Mundstock y Daniel Rabinovich) tiene la misión de encargarle a un músico mediocre (Carlos Núñez Cortés) la modernización del Himno Nacional de un hipotético país. La sutileza de la crítica política que se desprende de los, por momentos, desopilantes diálogos de los tres personajes logra arrancar carcajadas a la audiencia, como así también estruendosos aplausos gracias a su cruel realismo y grado de actualidad. A lo largo de la noche, el pobre músico, alterará palabras, frases, fechas y hasta hechos históricos, generando nuevos enemigos para el país, publicitando el lavado de divisas y transformando la canción patria en un vulgar jingle proselitista, para complacer los requerimientos de ambos burócratas. 




Las altas dosis de realismo bizarro de La Comisión están sanamente equilibradas por el resto de las piezas, las cuales, como es habitual, transitan por una impresionante variedad de géneros musicales desde el madrigal al rap, pasando por la rapsodia, el bolero, el canto religioso e incluso la ópera. Si bien, por ser una antología, algunas de las piezas pueden resultar ya conocidas, los luthiers no se privan de mantener actualizadas sus performances, ya sea nombrando a Lady Gaga o ribeteando con leds la capa que luce Marcos Mundstock cuando personifica al conde Drácula; leds que se encienden cada vez que el rey de los vampiros tiene un súbito deseo de ingerir sangre en la Hematopeya titulada La redención del Vampiro. 




La sola mención de Johann Sebastian Mastropiero desata otra de las ovaciones de la noche, como así también la excelente y jugada interpretación que Mundstock realiza, en el rol de Escipión, durante el fragmento de la ópera compuesta vaya a saber cuándo por el vapuleado  maestro. Con la pieza Educación sexual moderna hace su ingreso uno de los ya tradicionales instrumentos informales de los Les Luthiers: el campanófono a martillo. Conformado por tubos metálicos que suenan como campanas, es ejecutado por Jorge Maronna mientras interpreta a un monje que, a le vez que lucha por mantener sus votos de castidad, debe impartir consejos de educación sexual. La temática carnal retorna en el rap Los jóvenes de hoy en día, en el cual Carlos López Puccio y Jorge Maronna  hacen gala de una notable agilidad, bailando cual experimentados raperos, mientras se preguntan cómo hacer para acceder a la libertina vida que hoy llevan los jóvenes de hoy en día. 



Luego de casi una hora y cuarto de intenso show sobre las espaldas de estos señores que todavía parecen tener 20 años, comienza a vislumbrarse la llegada del descanso para nuestro diafragma, que ya no aguanta más las intensas carcajadas, con el estreno, ante el mismísimo Presidente de aquel hipotético país (un López Puccio investido con una banda y un bastón presidencial tan ridículos como su gobierno) del fragmento final del Himno Nacional ya enteramente modificado. Entre risas y aplausos a granel queda claro, en un cierre perfecto del espectáculo, que el pueblo del anónimo país tiene un destino muy parecido al nuestro en relación al trato que sus gobernantes suelen darle a su anatomía posterior. Como no podía ser de otra manera, y antes de que el teatro se venga abajo, el final definitivo llega de la mano de una perlita: un desafío a puro jazz protagonizado magistralmente por Carlos Núñez Cortés al piano y Jorge Maronna tocando el bolarmonio, con perdón de la palabra. El estrafalario instrumento, que consta de 18 pelotas de fútbol dispuestas en forma de teclado frente al ejecutante, le sirve a Maronna para ganarle el desafío a Cortés que, infructuosamente, toca cada vez más rápido. De esta manera, con una de sus típicas genialidades y muy buena música se despiden estos caballeros del espectáculo, hasta la próxima obertura. 

Texto: Andrea Castro.