jueves, 29 de octubre de 2015

Encuentro en Port Lligat (Primera parte)

Salvador se despertó sobresaltado. Como todos los días tardó unos cuantos minutos en asegurarse que lo que lo rodeaba era el mundo real y no uno más de los múltiples sueños que poblaban tanto sus noches como sus días. La certeza absoluta provino, como siempre, de la espalda desnuda que reposaba a su lado. La besó con dulzura y suavidad para no despertar a su dueña y se levantó aún más despacio: Gala se levantaba de muy mal humor si no la dejaban dormir hasta pasadas las once de la mañana. Apenas despuntaba el alba cuando el pintor se asomó a la puerta de su casa y, como todos las mañanas, gritó a voz en cuello: “¡buenos días Cadaqués, por suerte todavía sigues aquí!” Descalzo, y apenas cubierto con una larga túnica blanca con sus iniciales bordadas en hilos de oro, se encaminó hacia la playa a paso firme.
Un tímido sol primaveral luchaba por vencer la densa neblina que, ya a esas horas, preanunciaba una jornada todavía fresca en la bahía de Port Lligat. Manuel y Jordi lo vieron llegar dando grandes zancadas, desnudarse por completo y acto seguido, arremeter contra las olas al grito de: “¡viva Cataluña, mi madre!” Acostumbrados a las excentricidades de su vecino, ambos pescadores se miraron riendo y continuaron reparando las redes que en unas pocas horas usarían en alta mar. “El maestro está cada día más loco” –dijo Manuel meneando la cabeza. “Pero es feliz” –le contestó Jordi mirando su red con un dejo de resignación.
-Mira como disfruta de la vida, el hombre es feliz llueva o truene –agregó.
-Claro si está forrado en duros para esta y la otra vida –le contestó Manuel sin ocultar su envidia. Nosotros nos pelamos las espaldas de sol a sol y aquí seguimos,  luchando con el mar y con los malditos peces desde que nacimos.
-Eres un bruto Manuel lo vida no se mejora solamente con dinero. Yo estoy seguro que Don Salvador se levantaría igual de contento aunque no tuviera un céntimo en sus bolsillos.
-¡Claro hombre, si está loco de remate! Qué sabrás tú que nunca has salido de este pueblo. Ese hombre ha viajado por el mundo, ha dormido en los mejores hoteles y seguro que se ha tirado a los mejores mujeres del mundo.
-¡Más respeto que la señora Gala es una dama, joder! Ella siempre se preocupa por nuestras familias y a mi mujer le ha regalado alguna que otra chuchería para que disfrute un poco de esta vida. Además siempre le pide al mar que no se ensañe con nosotros cuando desaparecemos por un par de días.
-Ya lo sé Jordi, la señora es un ángel, yo no hablaba de ella, sino del demonio de su marido, bien que la habrá hecho cornuda ese desgraciado.
-¡Cuidado Manuel, le envidia te está envenenando la sangre! Vamos, ayúdame a extender estas redes de una buena vez.

Bahía de Cadaqués




En eso estaban cuando de pronto se les apareció Dalí, como Dios lo trajo al mundo, chorreando agua por todos los costados  y con sus bigotes increíblemente perfectos.
-¡Por Dios maestro, esos bigotes no se rinden ni ante las olas del Mediterráneo! –le dijo Jordi muestro de risa.
-Ya están acostumbrados, mi amigo. Además saben que al Gran Dalí no hay manera de contradecirlo. Yo los quiero así y ellos siempre deben estar así. Mis bigotes me respetan más que esos críticos de pacotilla que solo pretenden encontrar maravillas técnicas y bobadas sentimentalistas en mis obras. ¡Nunca van a comprender la verdadera esencia del Surrealismo!
Manuel, visiblemente perturbado por la libertad con que el maestro se mostraba a quien quisiera verlo, apuró las cosas cortando la charla abruptamente con un contundente: “¡hala, hala hermano, que la mañana se va volando y los peces no se meten solos en las redes!”
-Mis disculpas estimado Manuel, yo aquí hablando pavadas cuando ustedes tienen que   ganarse el sustento –le respondió Dalí con un profundo dejo de ironía. Continúen ustedes con sus quehaceres, yo mientras tanto me sentaré un momento en la arena a disfrutar dl sol y a maldecir a ese patán de Francisco de Goya que me está sacando canas verdes.
-Eres un ignorante y un irrespetuoso –le dijo Jordi a su hermano mientras se alejaban rumbo al mar. Nunca tendrás la oportunidad de hablar con un genio de la pintura como él. Es un milagro que el maestro haya elegido vivir en este pueblo y que nos trate a todos como si nos conociera de toda la vida –continuó rojo de furia. En vez de perder el tiempo hablando sandeces con esos vagos amigotes que tienes en el bar, podrías intentar aprender algo de la sabiduría que emana de ese hombre.   
-¡Sabiduría mis cojones! Tu admirado maestro está más chiflado que una cabra y lo sabes bien.
-Loco o no loco, es la persona más generosa, honesta y amable que me he cruzado en esta vida. Don Salvador no se molesta por nuestro eterno olor a pescado, entiende lo duro del trabajo que realizamos, y más de una vez me ha ofrecido retratarnos  para que el mundo conozca lo corajuda y, según él, maravillosa vida que llevamos enfrentándonos al mar día tras día.
-Ese tío a mi no me pinta de muerto, no le voy a dar el gusto de seguir llenándose los bolsillos de dinero gracias a mi curtida cara. Míralo, es un payaso.
Jordi levantó la vista, y desde la orilla divisó la figura del pintor que saltaba como un niño  disfrutando de las suaves caricias de los rayos del sol sobre su cuerpo. Antes de internarse en el mar siguiendo a Manuel, que ya estaba desplegando una de las enormes redes, logró ver como Salvador interrumpía su baile en forma abrupta para ponerse a ¿conversar? con el aire que lo rodeaba. “Quizás sea verdad que está demente, pero yo lo prefiero por sobre todos los malditos cuerdos que viven en este pueblo”, pensó Jordi mientras sorteaba la rompiente.






Dalí dejó de danzar ni bien se percató que se acercaba hacia él un señor regordete que parecía haber salido de la nada misma. Lucía demasiado abrigado para el comienzo de la primavera y algo fuera de época con respecto a su vestimenta, notó el pintor al instante. Las ajustadas calzas de terciopelo, la camisa blanca impoluta, el chaleco y el enorme chaquetón de tela de tapicería, se complementaban con un corbatón a la régate y una elegante galera negra. El detalle final lo imponía un finísimo bastón de madera de ébano con una importante empuñadura de plata donde lucían grabadas y entrelazadas una F y una G.
-¡Por las barbas de Satanás, otra vez me quedé dormido en pleno baile! ¿O habré entrado en trance? Tal vez esté muerto, ¿quién lo sabe?
Salvador clavó sus largas uñas en uno de sus antebrazos, como solía hacerlo cada vez que intentaba dilucidar si lo que le estaba ocurriendo era real, imaginario, onírico o alucinatorio. Así era su día a día, una eterna montaña rusa de sensaciones y percepciones varias que lo asaltaban a toda hora y en todo momento. El dolor que sintió, y las gotas de sangre que se estrellaron en la arena, lo hicieron optar esta vez por realidad y pleno estado de vigilia. Se acercó lentamente al adusto caballero y mirándolo de soslayo lo increpó con autoridad: hombre, ¿de qué periódico te envían? Debo reconocer que el disfraz está muy bien logrado. ¿Dónde están los fotógrafos? ¿Cómo se enteraron que estoy trabajando con los grabados de Goya? Solo Gala y el Gran Dalí lo saben”.
-En primer lugar –dijo el caballero sacudiendo su bastón en el aire- cúbrase las partes nobles que esto no es un burdel. Luego, con todo gusto responderé a todos esos extraños requerimientos que han salido de su boca y que todavía no logro entender muy bien.





Refunfuñando, Salvador se puso la larga camisola bordada con sus iniciales, se acomodó el bigote, y finalmente se sentó en la arena con las piernas cruzadas, invitando a su extraño visitante a acompañarlo. Sin moverse de su sitio, el caballero prosiguió con su alocución, quitándose la galera y acompañando sus palabras con una leve inclinación de cabeza. “En segundo lugar me presento: Don Francisco de Goya y Lucientes, el mejor pintor de España, para servirle”.
Al escuchar esto, Dalí prorrumpió en una sonora carcajada que le sacudió todo el cuerpo; todavía entre risas articuló: “mi querido caballero, el mejor pintor de España soy yo: Don Salvador, Domingo, Felipe, Jacinto, Dalí i Doménech. Usted es solo un fantasma…sordo, para más datos.
-¡Sordo, su abuela! La muerte lo cura todo, ese es el gran secreto que ignoran los miserables que todavía están vivos.
-¡Maravilloso! Cuénteme más, ¿cómo es todo por allá? Nunca me convencieron esas insulsas imágenes que muestran angelitos regordetes, tocando el arpa y montados como gilipollas   encima de las nubes. Siempre imaginé el más allá mucho más mundano y terrenal de lo que los humanos se han fabricado en sus cabezas a lo largo de los siglos para darle algún sentido a la muerte.
-Debo reconocer, a pesar que como artista usted me parece deplorable, que muchos de los mundos que uno puede recorrer a lo largo de la vida eterna, tienen grandes similitudes con varias de sus obras. Son reales, pero a la vez no lo son; nos resultan conocidos, pero a la vez no tienen sentido; y lo más importante es que se nos presentan tan familiares porque durante nuestra vida los hemos soñado casi todas las noches.
-Venga hombre, que ya sabía yo que mis cuadros en realidad eran recuerdos del futuro. Ojalá el día que me muera me vaya derechito a un paraíso repleto de relojes blandos, rinocerontes y bellas mujeres comandadas por mi inseparable Gala.


La persistencia de la memoria (1931) -  MOMA

-Para eso falta algún tiempo Salvador, aunque podría negociarle unos cuántos años más si desiste de la absurda idea de reeditar mis grabados bajo las reglas de sus espantosos métodos estéticos.
-¡Me importa un cuerno si me muero mañana mismo, nadie le impone al Gran Dalí, lo que puede pintar y lo que no! ¡Le advierto Goya,  si sigue hablando del Surrealismo y de mi método paranoico crítico en esos términos, le voy a dar tantas patadas en su fantasmal culo que va a recuperar la sordera en menos de lo que canta un gallo! –gritó Salvador enfurecido.
-Tranquilo hombre, tranquilo, que yo vine aquí a negociar y no a armar un zafarrancho a escala cósmica. Los asuntos en el más allá se manejan de una manera harto diplomática, la violencia no existe en los dominios de la muerte. Todo se negocia hasta el más mínimo detalle y, cuando ya no queda nada más por intentar, se dejan fluir los acontecimientos. Así lo que debe ser, se deja ser, sin resentimientos y con mutuo acuerdo de todas las partes involucradas.
-Me gusta sobremanera este jueguito que usted me propone, amigo Francisco –terció Salvador un poco más tranquilo. ¡Hala, póngase usted más cómodo y que empiecen las negociaciones!...(Continúa en Segunda Parte)

 Texto: Andrea Castro. 



Encuentro en Port Lligat (Segunda Parte)

Previendo una larga jornada de interminables discusiones y argumentos, Goya se deshizo de su pesado abrigo, se arremangó prolijamente los volados de las mangas de su camisa, y timó asiento muy parsimoniosamente sobre una formación rocosa, en la cual apoyó su galera y su bastón.
-Verá señor Dalí, usted no ha sufrido lo que yo…lo que el pueblo español, mejor dicho, ha sufrido con esos malparidos de los franceses. Tampoco creo que haya visto a este país partido en dos y dividido entre los afrancesados, los monárquicos y los independentistas. Créame que no es para nada agradable ver como todas estas cuestiones terminan en una macabra matanza entre hermanos. Mis grabados, tanto Los Caprichos como Los desastres de la Guerra, muestran toda esa barbarie y aún más. Ellos desnudan el profundo enojo y dolor que iba provocando en mi alma todo ese sinsentido. A mí también me han tratado por aquellos años de loco, de traidor, de cascarrabias y hasta de mala persona. Solo unos pocos pudieron entender entonces que mi vida se estaba desmoronando junto con mi país. A veces agradezco haberme quedado relativamente sordo en esa época, fue un alivio dejar de oír tan cerca y tan claramente, las balaceras constantes, las explosiones, los gritos, los lamentos y los pedidos de auxilio. Me aislé en mi quinta y dibujé y pinté desenfrenadamente para intentar aliviar el dolor, para intentar entender lo que pasaba a mí alrededor, en realidad, para  intentar no volverme completamente demente.






-Lo entiendo más de lo que usted cree Francisco –le respondió salvador en un tono inusualmente serio para él. Me parece que usted ha estado mucho tiempo vagando por otros mundos, puesto que se ha perdido algunas cosillas que también ocurrido por aquí luego de su partida. Se las resumo con un par de palabritas para no aburrirlo demasiado: Guerra Civil, Francisco Franco (tocayo suyo, válgame Dios), Nazismo, Adolf Hitler, Segunda Guerra Mundial. ¿Dónde se cree que estaba yo y mi pobre alma durante esos años? En parte aquí, viendo morir a amigos entrañables como Lorca a manos de sus propios compatriotas; en parte en París, luchando por impulsar nuevas ideas y conceptos en medio del caos que se avecinaba; y en parte en Estados Unidos, huyendo de la Segunda Guerra y de locuras como el bombardeo irracional de Almería (supongo que tampoco estará usted de acuerdo con la estética del Guernica de Picasso). En resumen, estuve aquí y allá, primero me trataron de cobarde por irme y después de traidor por volver bajo el régimen de Franco. Pero tanto allá como aquí, estuve, al igual que usted, aislado y refugiado en mi febril trabajo artístico y, por supuesto, en los brazos de Gala. Ambas cosas me han salvado de la locura, aunque a juzgar por lo que se comenta en general de mi persona, no podemos estar muy seguros de ello.


Lorca y Dalí (años 20)

Visiblemente contrariado, Goya se aflojó el complicado lazo de su corbatón, se lo sacó violentamente del cuello como si lo estuviera asfixiando, y se desabotonó la camisa hasta la mitad del pecho.
-Don Salvador –dijo después de un largo silencio- me acaba de dar usted una lección de historia y otra de humildad que me han dejado de una pieza. Veo que he estado muy perdido disfrutando de los beneficios de la eternidad luego de tantos padecimientos. Entiéndame, para mí morir fue como volver a ser joven; como volver a estar en la corte de Fernando IV, gozando de los placeres de palacio; como volver a pintar la Maja desnuda...
-…a propósito, lo interrumpió de golpe Dalí, ya que estamos, ¿me contaría quién fue la modelo? Le juro que me llevo el secreto a la tumba.
-Veníamos bien y ya ha mostrado usted la hilacha. ¿Por quién me ha tomado? ¡Yo estaré muerto pero sigo siendo un caballero! Volviendo a nuestro tema de discusión, intuyo que usted ha elegido mis Caprichos con la idea de plasmar una especie de paralelismo artístico y temporal de dos momentos bastante críticos y parecidos que, salvando las distancias, han atravesado la historia de nuestro país.
-Exactamente, aunque debo aclararle que a esta altura del partido, no sé si podemos seguir hablando de nuestro país: yo apoyo firmemente la independencia de Cataluña. 
-¡Ay mi Dios, ustedes los vivos se especializan en crear problemas donde no los hay! Han aparecido tantos países, bloques y regiones nuevas en estos años que ya he perdido la cuenta. En confidencia le comento que a la tal Unión Soviética no le doy más de 20 o 25 años de vida.
-Es que usted lleva tantos años muerto que ya se olvidó lo que es estar vivo, si me disculpa la impertinencia. Los vivos nos movemos y cambiamos todo el tiempo, los vivos creamos sin parar. Creamos cosas hermosas, cosas horrendas, creamos guerras, países, problemas, soluciones, vacunas y arte. Yo, por ejemplo, creo arte, aunque usted reniegue de todas mis obras; y como parte de esta negociación considero que, habiéndonos puesto de acuerdo en el costado humano del asunto, solo nos faltaría dirimir el artístico.
-¡Eso jamás! Nunca me va a convencer de que lo que usted y sus secuaces vanguardistas hacen es arte.
-Yo le apuesto que sí –le contestó Dalí con una risita socarrona. Usted mismo, y sin saberlo, ha sido uno de los maestros que nos condujo por este nuevo camino artístico. Le digo más, si no lo convenzo le juro que me afeito el bigote.
-Acepto la apuesta y le advierto que tengo toda la eternidad para discutir la cuestión en profundidad.
-¡El Gran Dalí también, porque si es necesario morirá en el intento!
-Para empezar entonces, explíqueme Monsieur Gran Dalí, qué tengo que ver yo con esos amigos suyos que se la dan de artistas.
-Usted ha sido la inspiración de muchos de ellos, es más, usted ha sido la inspiración de artistas anteriores a nosotros que, sin ser vanguardistas, fueron después nuestra conexión directa con una nueva manera de ver el mundo a través del arte. Yo le pregunto estimado maestro: ¿acaso su Saturno devorando a un hijo, no tiene un aire expresionista? ¿Acaso el fresco que pintó en la cúpula de la Ermita San Antonio de la Florida, no muestra una audaz vista que preanuncia los enfoques  pictóricos menos ortodoxos y más fotográficos de finales del siglo XIX? Niéguemelo y me suicido aquí mismo.
-¡Joder, que viéndolo desde su punto de vista, algo de razón usted tiene! –replico Goya, rascándose la cabeza algo preocupado.
-¿Y qué me dice de esa perlita que algunos aseguran que es uno de sus últimos trabajos? Ese Perro semihundido, al que solo se le ve la cabeza emergiendo de las asesinas arenas movedizas que están a punto de tragárselo, es un antecedente lejano, pero grandioso, de la pintura abstracta. En ese fresco, mi señor, no hay línea de horizonte, ni perspectiva que nos oriente dentro de la clara composición vertical que luce prácticamente vacía, pero a la vez llena de muerte y desolación.


Saturno devorando a un hijo (1819-1823) - Museo del Prado

Fresco de la cúpula de la Ermita de San Antonio de la Florida (1798)

Perro semihundido (1819-1823) - Museo del Prado


-El infierno se debe estar congelando, puesto que el Gran Dalí me está elogiando. Le agradezco sobremanera sus conceptos, y empiezo a vislumbrar que usted no es ningún improvisado. Igualmente debo aclararle que cuando tapicé los muros de mi quinta, con las llamadas Pinturas Negras, no estaba muy en mis cabales que digamos. Ellas fueron puros desvaríos de un viejo, sordo y medio loco. Mis últimos años fueron muy duros, no se olvide que finalmente tuve que exiliarme nada menos que en Francia donde, cruel ironía del destino, se me ocurrió morirme. Fíjese que después de haberme ido de este mundo, son los años que menos recuerdo de toda mi vida.
-No, no Don Paco, todo lo contrario, sus Pinturas Negras, al igual que sus Caprichos, muestran la verdadera esencia artística que se escondía en su interior. Las penas de amor, me refiero a esa malvada maja cuyo honor usted tanto protege todavía, la Inquisición, la guerra, la sordera, todo eso se mezcló dentro suyo y le hizo parir una obra nueva, que nació del dolor, la soledad y la desolación. Usted sin saberlo, mi querido amigo, le estaba mostrando al mundo cual sería su futuro, usted estaba preanunciando una tragedia anunciada. Se lo digo yo, que tampoco estoy en mis cabales y, a pesar de que oigo de maravillas, vivo desvariando.
-¡Jesús, María y José!, me está usted acorralando en una esquina del tablero y ya presiento el jaque mate. Pero como no está muerto quién pelea, bueno yo si lo estoy, pero eso ahora no importa… ¡deje de reírse así hombre, que se le va a desencajar la mandíbula! Decía entonces que antes de rendirme le voy a pedir una cosilla más, quisiera que me explique bien qué cuernos es el Surrealismo y cómo piensa aplicarlo en mis Caprichos.
-Verás Paquito –se envalentonó Dalí, que ya había entrado en confianza- tus Caprichos ya son surrealistas, por lo cual mi intervención sobre ellos será mínima pero, a mi modo de ver, indispensable.
-¡Hostias, definitivamente está usted loco! ¿Cómo pude haber utilizado algo que no solo desconocía, sino que no tengo la menor idea de lo que significa?
-A pesar de que es mi peor rival y que no soporto ni un solo átomo de su persona, utilizaré algunas palabras del malparido de André Breton para explicárselo. El Surrealismo se puede definir como un automatismo psíquico puro a través del cual se intenta expresar el funcionamiento real del pensamiento. Esto quiere decir que es un dictado del pensamiento que nos llega sin la intervención reguladora de la razón y que, además, es ajeno a toda preocupación estética o moral. Esa falta de control es la que propicia la creación de imágenes de una violencia y un erotismo hasta ahora poco conocidos en el arte. Como usted mismo ha escrito mi querido Francisco: “el sueño de la razón produce monstruos”.






Goya entendía ahora menos que antes y lucia visiblemente anonadado. No podía dar crédito a las palabras de su interlocutor pero, en lo profundo de su fallecido ser, sabía que todo lo que acababa de escuchar era tan cierto como que el sol calienta en verano.
-Debo admitir que me dejado usted pasmado. Todo esto quiere decir que en verdad fui un genio, un adelantado a mi época, algo así como lo que fue mí admirado Diego Velázquez en la suya -dijo Francisco ruborizándose. Pero…un momento –continuó, atrapado por el zarpazo de un rapto de desconfianza- ¿no será que usted me está alabando, cual monje al santo, sólo para qué yo bendiga su uso de mis grabados?
-Vaya hombre, ¿todavía no me conoce? Con su venia o sin su venia, yo voy a hacer lo que quiera, como siempre lo hago, con sus grabados o con lo que se me venga en gana. Pero le confieso que me gustaría contar con su aprobación, siempre lo he respetado como artista y, además, en este rato que estuvimos juntos he aprendido también a estimarlo como ser humano. Siento que a pesar de la diferencia temporal en la hemos nacido, muchas cuestiones no han unido a través de los siglos. Fíjese, y le juro que no le miento, que yo también admiro profundamente a Don Diego. El fue el primer gran pintor que tuvo España. El segundo soy yo, por supuesto –concluyó Dalí riendo de buena gana.
-Discúlpeme Don Salvador pero se está usted olvidando del gran Pablito, ¡Dios me salve y guarde de que ese malagueño intente pintar un retrato cubista en mi homenaje!
Los dos rieron a más no poder y en ese mismo momento se dieron cuenta que la negociación estaba terminada y la partida definida por tablas. Se despidieron como lo hacen dos grandes amigos que saben que no se van a volver a ver en mucho tiempo. Goya retornó al más allá convencido de que esta era la mejor experiencia que le había tocado transitar como fantasma, y con unas ganas incontenibles de pararse frente a un lienzo en blanco y volver a pintar. Dalí corrió hasta su casa con una agilidad inusitada, levantó a Gala por los aires en un fuerte abrazo y llorando le dijo: “ahora sí, amor de mi vida, ahora sí puedo trabajar en paz, el más grande entre los grandes me ha dado su bendición”.






Salvador Dalí (1904-1989) realizó, entre los años 1973 y 1977, ochenta grabados reinterpretando la serie completa de los Caprichos que Goya había creado en 1799, como expresión de su horror ante la sinrazón humana. Dalí adquirió las planchas originales con la intención de intervenirlas en clave surrealista. Lo hizo con punta seca para luego poder hacer sobre ellas un procedimiento de stencil que fue lo que les otorgó color. El pintor catalán no transformó las imágenes goyescas, respetó los originales y muy sutilmente les imprimió la proyección de su propio subconsciente.
A las obras de Goya se le suman así una gran cantidad de autoreferencias dalinianas que incluyen homenajes a científicos, artistas y poetas, entre los que se encuentra su gran amigo  Federico García Lorca. En algunos aparecen también las imágenes marca registrada del pintor catalán como son los relojes blandos,  las muletas,  los paisajes oníricos y  las calaveras. Juegos de palabras, erotismo y figuras ambiguas nacidas de la asociación espontánea, gracias al método paranoico crítico por el inventado, pueblan el resto de los Caprichos goyescos.
Francisco de Goya y Lucientes (1746-1828) es considerado uno de los precursores del arte moderno debido a las múltiples rupturas e innovaciones que sus obras fueron planteando, de manera cada vez más radical, a lo largo de toda su vida artística. Se puede afirmar que sus trabajos influenciaron tanto al Romanticismo francés, como al Impresionismo, al Expresionismo y al Surrealismo, sobre todo a partir de sus series de grabados denominados Los Caprichos y Los desastres de la Guerra, y las Pinturas Negras. 
Sus Caprichos representan una sátira de la sociedad española de finales del siglo XVIII, sobre todo de la nobleza y del clero. Una parte de ellos, los más realistas e irónicos, critican desde la razón el comportamiento de sus compatriotas. Otra, en cambio, se basa en representaciones fantásticas pobladas, mediante la utilización del absurdo, de visiones delirantes de seres extraños. Empleando una técnica mixta de aguafuerte, aguatinta y retoques de punta seca, deformó exageradamente las fisonomías y los cuerpos de los personajes que representan los vicios y torpezas humanas dándoles aspectos bestiales. Goya, muy relacionado con los ilustrados, era contrario al fanatismo religioso, a las supersticiones, a la Inquisición y a algunas órdenes religiosas; aspiraba para su patria leyes más justas y a un nuevo sistema educativo. Consciente del riesgo que asumía y para protegerse, dotó a algunas de sus estampas con rótulos imprecisos, sobre todo las referidas a la aristocracia y al clero, y ordenó ilógicamente los grabados. A pesar de las precauciones que tomó fue duramente criticado por sus contemporáneos y la primera edición de 1799 sólo estuvo 14 días a la venta por temor a las acciones de la Santa Inquisición. Hoy la colección completa pertenece al Museo del Prado de Madrid. 

Texto: Andrea Castro.
Fuente de consulta: Descubrir las vanguardias, Alianza Editores.



Museo-Casa Dalí en Port Lligat

lunes, 12 de octubre de 2015

Volvió Marta, volvió La Menesunda.

Un placer que gracias al trabajo de 100 personas y a que todo se documenta en esta vida, se pueda volver a disfrutar de un hito artístico - histórico que ocurrió antes de que yo naciera. En los 60 me lo perdí, en el 2015 ni loca dejo de ir. Hay tiempo hasta febrero del 2016 para entrar en el túnel del tiempo y vivir en carne propia lo que fue esa maravilla que se llamó Instituto Di Tella. Pasen y vean lo que ustedes tampoco se pueden perder.




Cincuenta años después de la histórica ambientación que Marta Minujín realizó junto a Rubén Santantonín en mayo de 1965 en el Centro de Artes Visuales del Instituto Torcuato Di Tella, el Museo de Arte Moderno se convierte en escenario y testigo de una reconstrucción fiel que se desplegará dentro de un espacio de 400 metros cuadrados.
La Menesunda -"mezcla", "confusión", en lunfardo- consistía en una estructura laberíntica que incluía un recorrido por once situaciones y se organizaba a partir de una secuencia de espacios cúbicos, poliédricos, triangulares y circulares, recubiertos por diferentes materiales, que generaban estímulos multisensoriales en el visitante.
La ambientación recupera en la actualidad el conjunto de relaciones materiales, sensoriales y simbólicas que hicieron posible su existencia en 1965. Fue una experiencia de ruptura respecto a los lenguajes visuales de la década.
Durante medio siglo se fue cargando de múltiples significaciones y relecturas, hasta transformarse en una obra central del imaginario cultural argentino. Esta reconstrucción invita a hacer nuevas lecturas del pasado, pero también despierta reflexiones y sensaciones en un contexto contemporáneo.
Realizada en 1965 con la colaboración de los artistas Pablo Suárez, David Lamelas, Rodolfo Prayón, Floreal Amor y Leopoldo Maler, La Menesunda -según dijeron sus creadores- no era obra ni happening, tampoco espectáculo. Era pura experiencia y provocación. Un proyecto de una magnitud descomunal que se convertiría en el escándalo del año, pero también en uno de los grandes hitos de la historia del arte argentino.
Según Minujín, “La Menesunda fue un hecho histórico. Miles de personas fueron en aquel momento, revolucionó todo Buenos Aires. Era un recorrido a través de situaciones que buscaban sorprender y sensibilizar al espectador para ser participante”.






La obra original
A La Menesunda se ingresaba a través de una alargada figura humana. El visitante debía subir una empinada escalera para encontrarse con el primero de los ambientes donde había una serie de televisores, de los cuales dos reproducían la imagen del visitante en circuito cerrado y otros cinco emitían imágenes de programas de televisión abierta.
Este espacio resumía la naturaleza del resto del recorrido. La presencia de los aparatos de T.V., incipientes miembros de la gran familia argentina, y la posibilidad para muchos de ver aparecer su imagen por primera vez en una pantalla plantean una serie de cuestiones que aparecerán en forma recurrente en la obra: el avance desaforado y el uso doméstico de la tecnología y los medios de comunicación.
El camino continuaba hacia el interior de una enorme cabeza de mujer. Allí, una maquilladora profesional y una masajista ofrecían sus servicios. Otro espacio, un angosto pasillo de paredes recubiertas por enormes “intestinos”, tenía un techo que se hacía más bajo a medida que el espectador avanzaba, hasta desembocar en un orificio por el cual se podía contemplar una serie de escenas de películas de Ingmar Bergman.
En otra de las tantas instancias, un breve tránsito por una heladera con temperaturas bajo cero y un intenso olor a dentista conducía a un pasillo ocupado por diversas formas y texturas que los transeúntes no tenían manera de evitar. Finalmente se llegaba a una habitación octogonal con paredes de espejos y olor a fritura, en cuyo centro se ubicaba una cabina de acrílico transparente, desde la cual se activaban luces negras y ventiladores que provocaban un torbellino de papel picado que acompañaría a los visitantes durante el trayecto de vuelta a su hogar.

















Polémica
La obra apareció en el circuito del arte argentino como una exposición inusual, que arrastró tanto escándalo mediático como éxito masivo. Los visitantes esperaban hasta tres o cuatro horas en la calle Florida para ingresar a la exposición. La prensa calificó la instalación como "tontería", "estupidez" (La Gaceta), "lamentable" (La Nación), "enervante" (La Prensa), mientras que sus creadores fueron adjetivados de "locos", "sinvergüenzas", sin omitir un "sentimos que nos han tomado el pelo descaradamente" (Careo).
En contraste con la burla irónica de los medios, el potencial crítico de esta obra se encontraba en su capacidad para romper con los límites establecidos por una sociedad aún conservadora, desdibujando los contornos del objeto, para reemplazarlo por una obra de arte total, que apelaba a todos los sentidos del participante, interpelándolo y provocándolo con imágenes de la intimidad de los hogares argentinos y de su cotidianeidad, apuntando a su voluntad para romper con las antiguas restricciones.













La reconstrucción
El proyecto de reconstrucción de La Menesunda -realizado a partir de documentación, fotografías, videos, notas de prensa, material audiovisual y testimonios de los artistas que colaboraron con Minujín y Santantonín en la pieza original de 1965- implicó un trabajo conjunto de los departamentos de Curaduría, Diseño y Producción de Exposiciones, y Conservación del Museo, junto a Marta Minujín, quien acompañó cada etapa de su desarrollo. El hecho de contar con la presencia de la artista hizo posible este gran proyecto. También se trabajó junto a un equipo de especialistas contratados para la ocasión, incluido el arquitecto Fernando Manzone.








La exposición  “La Menesunda según Marta Minujín”  se puede visitar hasta finales del mes de febrero de 2016 en Avenida San Juan 350, de martes a viernes de 12 a 18 hs. Sábados, domingos y feriados de 12 a 18 hs. Entrada general: $20. Martes gratis.
La sala tiene una capacidad limitada (500 personas por día) y el ingreso es por orden de llegada. Debido a la existencia de espacios restringidos y a la compleja circulación, la obra no es apta para menores de 16 años, personas que sufren claustrofobia, con insuficiencia cardíaca y/o con movilidad reducida. Tampoco podrán ingresar a la sala personas con tacos o zapatos en punta.


Texto: Museo Nacional de Arte Moderno.
Fotos: Gentileza Museo Nacional de Arte Moderno y Arsomnibus.


Video de la reconstrucción: Museo Nacional de Arte Moderno.
https://www.youtube.com/watch?v=4CRAq6c3_H8